BIBLIOTECA PEDAGOGICA NACIONAL N° 41 PROF. ALBERTO GAUTHIER

El Objetivo de este blog es dar a conocer los servicios que ofrece la Biblioteca Pedagógica Nacional N º 41 Prof. Alberto Gauthier, cuya sede es el ISFD y T. N º 15 Prof. Berta Marquehosse, haciendo un breve pantallazo desde sus inicios. Este es el puente que tendemos entre Ustedes, los usuarios y nosotras, Las bibliotecarias, empezamos el recorrido???

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GRACIELA MONTES

Anímese: cuente una historia .Autor: Graciela Montes


Parece un arte perdido o un hábito contagiado por los latiguillos de los medios. Sin embargo, pocas costumbres como la de narrar abren espacios de libertad y nos hacen correr los buenos riesgos de la creación.Quiere hacer algo imprevisto y ganarse una cuota de libertad?. Cuéntese un cuento. Un cuento que a usted le contaron alguna vez, que recuerda tal vez imperfectamente. Un cuento nuevo, que improvisa mientras cuenta. Un relato de la memoria. Lo que leyó en un libro. Una película. Lo que le sucedió esta mañana mientras salía de casa. Alguna historia para contar hay siempre. Y no tema, siempre va a ver alguien que quiera escucharla, también hay hambre de historias.Es cierto que últimamente es poco lo que contamos. Nos falta la confianza, o la ocasión, o el deseo. Los que cuentan son siempre otros, a nosotros parece tocarnos el papel de espectadores lejanos. Pero usted no haga caso, cuente. No se deje amedrentar por el ruido, por los fragmentos que nos cae encima desde los medios de comunicación, redundantes y perentorios, como lluvia, que llegan sin pedir permiso, sin darnos resuello ni dejarnos espacio para el recogimiento. Usted haga un lado todo eso, y cuente.Tómese tiempo. Pida cuentos también, como hace un niño. Aprenda de él. Sólo un niño, en su radiante prepotencia de niño, sabe pedir un cuento. Dramáticamente, como cosa de vida o muerte, sin pudor ni mezquindades. Piense que el niño sabe bien de qué se trata, aunque usted lo haya olvidado.Cuente, porque contando usted estará horadando los muros de la prisión, ganando espacio. Contar es un acto de libertad muy apreciable. Más todavía: contar y pedir que a uno le cuenten es, en medio de la industria cultural, un acto revolucionario, no previsto y al margen del mercado. Encontrar laboriosamente, después de alguna introspección, algo para contar y tejer desde ahí un pequeño relato personal, que no tenga formato televisivo, constituye una aventura extraordinaria.Antes parecía más sencillo, menos arduo. El que había viajado, el que había leído, el que había vivido podía contar. Tenía para contar, traía historias en el morral, y tenía confianza en poder contarlas. Hoy no entendemos muy bien cómo hay que hacer acopio. Ni cuáles son las historias que vale la pena conservar. Tanto más valiente entonces el que cuente. Y el que pida que le cuenten y pare la oreja y se disponga a la espera.Cuente, vuelva a contar. Piense que, cuando usted cuenta, el tiempo está a sus pies. El tiempo, el gran ogro general, lo obedece. Usted esta ahí -una persona entre muchas- y de pronto empieza a contar. La escena es seguramente trivial, una escena cotidiana, porque usted está de sobremesa, o viajando en tren, o esperando en la vereda. Pero usted empieza a contar y, de pronto, se abre una fisura en la escena. El tiempo de todos los días, el tiempo “natural” digamos (el tiempo dentro del cual su narrar acontece, con su decorado tan conocido) se abre y deja paso a “otro tiempo”, su propio tiempo artesanal, el que usted está fabricando palabra a palabra con su relato.Aparentemente no ha sucedido nada y, sin embargo, la suya ha sido una pirueta extraordinaria. Usted a dado un salto, se ha montado sobre las palabras y tomado las riendas. Se mantiene en equilibrio, tensa la cuerda. Si lo hace más o menos bien, el que escucha penderá de usted, usted será el dueño del cuento y del tiempo por un rato.El poder de la palabra Piense que se trata de un poder muy apreciable, no habría que desperdiciarlo. Con ese poder especulaba Sherezada para demorar la sentencia del rey Shariar. Sabía, como buena narradora que era, que nada malo le sucedería mientras pudiera seguir contando y comprometiendo a su público en el cuento, puesto que ahí, adentro del cuento, eran otras las reglas. De cuento en cuento el alfanje se mantendría en vilo, de cuento en cuento se podría seguir viviendo.Claro que tal vez su relato no alcance para hechizar a nadie, puede ser una pequeña anécdota, algo muy breve. De todas formas, mientras dure, usted mantendrá lo fatal a raya.Es cierto que hay virtuosos, gente que parece hecha para contar y que, mientras cuenta, lo sostiene a uno en el aire. Pero no todas las formas de contar tienen que ser verbosas. Hay formas mínimas que tienen filo y fuerza. Un ex seminarista me contó una vez la historia de cómo fue que abandonó los hábitos luego de presenciar el apareamiento entre un potro y una yegua desde la ventana de su celda. Fue una espléndida narración de veinte minutos. El Negro Díaz, que era un magnífico narrador y podía contar lo que veía, fue capaz de convertir una breve escena de Venecia rojo shocking- el arquitecto en la escalera, restaurando el mural- en un relato de suspenso.Pero también me contaron una historia de amor trunco en estos términos: “El quiso abrazarme pero yo me escapé, me metí entre las cañas. El me buscó un rato y después se fue.¡Mire si me encontraba!” Justamente, también por ahí pasa lo revolucionario de contar y de darle ocasión al cuento: vuelve la variedad, las distintas voces, las miradas.¿Será posible contar una historia sin refugiarse en el formato talk-show, flash de noticias o teleteatro? A veces parecería que no, que ya hemos capitulado, rendido todo discurso. Cuando hay un asalto y los noteros entrevistan a los testigos ocasionales, estos testigos dan su versión en términos de noticia de último momento, y es posible que hayan percibido los acontecimientos así, en términos de noticia, como si eso que acaba de suceder fuese historia vieja, contada ya muchas veces. La forma dominante se interpone, incluso reemplaza a la experiencia. Contar, volver a contar no es un gesto menor, afloja las soldaduras, introduce una cuña en lo establecido. Parte de lo que escuela tendría que ofrecer hoy es la ocasión de contar. No pienso en grandes historias fantásticas, en relatos prestigiosos, no sólo en eso sino, mucho antes, en el relato mínimo. Una ocasión de contar. Una pequeña brecha. Que le den a uno la palabra y le insuflen confianza en poder contar. Graciela Montes: escritora, especialista en literatura infantil.




Artículo aparecido en el diario Clarín el día 24 de setiembre de 2003.

RECORDANDO A OLGA OROZCO





Olga Orozco: Hechicera de la Memoria Autor: Profesora Elida E. Canestri de Eserequis



Olga Orozco(apellido literario, el de su madre) nació en Toay, provincia de La Pampa el 17 de marzo de 1920. De ojos clarísimos y de un color indefinible, desde niña estaba dotada de poderes parapsicológicos. Pensaba que todos teníamos un sentido más que nos hacía prever cosas. Aprendió a tirar el tarot con una señora italiana que vivía en Bahía Blanca. Pero, fue poeta antes de empezar a escribir. Hablaba “en poesía”, aún cuando no sabía leer, asombrando con sus respuestas a sus padres. Así surgieron sus misterios que con los cuentos de su abuela perduraban en sus miedos infantiles. Así siguió toda su vida, impactándole los versos de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Quevedo. Más tarde, los versos de Rimbaud, Baudelaire, Rilke y Nerval.En Buenos Aires comenzó la carrera de letras, en tanto integraba el bullicioso grupo que se reunía en la casa de Norah Lange y Oliverio Girondo, cambiándole el color de la vida.Dada su voz muy grave actuó en radioteatro, convirtiéndose en Mónica Videla, actriz radial entre 1947 y 1954, desempeñando los papeles de madre, de mala o de bruja. También fue redactora de la revista “Claudia” en 1960.Siempre se interesó por el esoterismo, por los fenómenos del inconsciente y por la videncia literaria. La vida del trabajo y la otra de los misterios y de la magia se complementan en los días y en las noches de Olga Orozco. Si bien se la consideraba poeta surrealista, sostenía poseer algún parentesco interno con ese movimiento en cuanto a la valoración de lo onírico, del territorio de las emociones y los sueños, hasta una actitud similar ante la vida y esa exaltación permanente de la libertad, del amor, de la poesía misma.El espíritu de Olga Orozco es religioso, pero de un modo muy personal; la poesía es para ella una forma de conocimiento que conduce hacia Dios. Su religión está hecha de fragmentos de distintas creencias y filosofías. Cree, por ejemplo, en la reencarnación -que le viene de Oriente- pero también en la Santísima Trinidad y en Jesús, aunque no otorga ningún crédito al Cielo y al Infierno, e interesada en el reino de la noche, de lo que ella ama y denomina “lo incandescente”. De allí proviene su alegría, su amor por la música, por el canto, por el baile; su pasión por los disfraces.Si bien desde joven era bastante reservada y solitaria, tuvo siempre relámpagos, ramalazos trágicos: ella misma definió a la videncia como reflexión vertiginosa. El tiempo y la memoria juegan en ella un papel permanente; con la constante acechanza de la muerte a la que “le va echando poemas para sobornarla”.Tenía la costumbre de escribir alternativamente con una piedra de San Luis, tierra de su madre, en una mano y la otra de Sicilia, donde nació su padre. Ella sentía latir las piedras, en el proceso de la creación, como si tuviera un corazón de pájaro en la mano. Su obra desprovista de privacidad recibió el galardón mejicano “Juan Rulfo”. Toda es un homenaje al misterio. Nunca le interesaron los honores, sí el reconocimiento de sus pares y de sus seres queridos. Por la excelencia de su escritura obtuvo las mejores distinciones: Premio Municipal; Gran Premio de Honor de la SADE; Gran Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes. En sus poemas cuida con esmero el museo salvaje del territorio de sus sueños, un verdadero descampado donde se abrazan el viento y el silencio. La obsesión es un interrogante que se asoma en los poemas iniciales de “Desde Lejos” y continúa interrogando: “¿Cómo nombrar en este mundo con esta sola boca?” En “Las Muertes”, “Los Juegos Peligrosos”, despliega las artes mayores de un poeta que convoca las palabras como quien convoca los espíritus. En sus libros los límites entre realidad e, irrealidad quedan abolidos: “Museo Salvaje”, “Cantos a Berenice” -su gata muerta- “Mutaciones de la realidad”,”Noche a la deriva”, “En el revés del cielo” y “Con esta boca en este mundo. “La oscuridad es otro sol” es un libro de relatos, especie de memorias de la infancia que tanto la marcó. Con “También la luz es un abismo”, evoca situaciones de la mítica niñez en Toay, calificadas como poéticas porque sigue siendo un desciframiento divino y dos textos curiosos: “Alrededor de la creación poética” y “Anotaciones de una autobiografía” (1995). En su libro “Eclipses, fulgores y relámpagos de lo imposible”, incluye fotografías poco conocidas que recuerdan su vida. Sorprende y fascina con datos de su vida y sus enigmas, con los que Olga Orozco apenas abre las puertas de su intimidad para que no olvidemos que ella ha vivido como una persona más, cerca del amor y cerca del olvido.Desde el 15 de agosto de 1999 descansa en la celeste cavadura del otro mundo, fuera del círculo que traza lo vivido.Quizá con la memoria de aquel viento pampeano de remociones que orientaba su magia, sus iluminaciones místicas...“Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,/adherida en secreto a la palpitación de lo invisible/ lo mismo que una gasa que de pronto revela figuras emboscadas en la vaga sustancia de los sueños./Caras como resúmenes de nubes para expresar la intraducible travesía.”
Publicado en el boletín informativo Nro. 9 de la Sociedad Argentina de Escritores Seccional Surbonaerense Julio de 2003.

LA LECTURA EN LAS PERSONAS SORDAS



Encontrar respuestas a las dificultades en la lectura de personas con discapacidad auditiva implica determinar la naturaleza de la problemática a los efectos de mejorar sus prácticas lectoras. Investigaciones realizadas por la autora con respecto a la adquisición y el desarrollo del lenguaje en estos sujetos permiten visualizar dos cuestiones centrales: las dificultades que genera la sordera en la adquisición o desarrollo del lenguaje como facultad biológica y las que se producen en el proceso mismo de la lectura. Las primeras son de índole puramente sintácticas y las segundas están determinadas por las interfaces entre sintaxis, semántica, pragmática, léxico y otros factores no lingüísticos que participan en el proceso lector.
I Introducción
Josefina, con gran esfuerzo e intentando recordar lo que significaban cada una de las palabras del cuento, leía:
" (...) A pesar de ello, Blancanieves abrió la puerta de la cabaña y dejó entrar a la anciana, quien había envenado la manzana que le ofrecía amistosamente. En su cuello de cisne quedó atravesado un trozo, y sin que se diera cuenta se encontró sumida en un largo y profundo sueño."
Su maestra de 6 años de EGB ya le había anticipado que iban a trabajar con los cuentos contados por sus papás cuando era pequeña; también le explicó que los cuentos eran narraciones que tienen un comienzo, una parte del conflicto y un desenlace. Todo esto Josefina lo sabía y también había hecho el listado de las palabras desconocidas, las había buscado en el diccionario y sin embargo no entendía para qué estaba puesta adelante la frase "a pesar de ello", ni tampoco comprendía por qué aparecía esa anciana, cuando antes el cuento estaba hablando de la madrastra. Tampoco se le ocurría quién había envenenado la manzana. A pesar de que buscaba en el diccionario la palabra "le" y allí decía que era un pronombre personal de 3° persona que funciona como complemento indirecto y a veces se usa como complemento directo, no podía entender a quién le daba la manzana esa anciana tan buena. Siempre que leía la palabra "trozo" era cuando aparecía en los libros junto a otras como torta y queso pero allí no estaba ninguno, entonces ¿de qué era ese trozo?
Luego, había encontrado la palabra cisne en el diccionario y no se lo ocurría cómo había ido a parar un ave tan linda en el cuello de Blancanieves, ni por qué se puso a dormir.
Josefina tiene 12 años y odia la lectura; quizá sea porque nunca entiende para qué sirven todas esas palabras en un libro de tantas hojas cuando a ella le parece suficiente conocer algunas para pedir algo a las personas que viven con ella. Hay una razón más fuerte de por qué a ella no le gusta leer: Josefina nació sorda.



Centrar la problemática de las personas sordas en cuál lengua deben ser educadas: lengua oral o lengua de señas, significa reducirla sólo a los aspectos manifiestos del lenguaje humano, dejando de lado otras cuestiones que resultan centrales para la eficacia de cualquier modelo educativo o de rehabilitación que pretenda desarrollar la competencia en algún idioma.
Cuando alguien pregunta si las personas sordas saben una lengua -en nuestro caso equivaldría a preguntarnos si saben español- las respuestas que se podrían aventurar serán de diferente índole, de acuerdo con la teorías lingüísticas desde las cuales se responda. En la mayor parte de la bibliografía que circula en Argentina sobre dicha temática, cuando se hace referencia a la adquisición del registro oral o escrito de una lengua histórica, los autores se enmarcan en una concepción del lenguaje en la cual la función comunicativa es su principal característica. Así, por ejemplo la idea de la relación entre la palabra y el lenguaje como un proceso, un hecho viviente, un continuo ir y venir del pensamiento al lenguaje, permiten percibir la interacción entre los mismos y su interdependencia.


Una Propuesta Diferente: la Logogenia
La Logogenia fue creada en México, hace aproximadamente 10 años, por una investigadora de la Dirección de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH); Dra. Bruna Radelli, junto a especialistas de los Servicios Educativos Integrados del Estado de México (SEIEM); quienes iniciaron una investigación que tenía como objetivo dar respuesta a los problemas que presentaban los estudiantes sordos frente a los contenidos académicos. La respuesta a la que se arribó fue la de que ellos no sabían Español. Para demostrar esta hipótesis, se realizó una sistemática intervención con niños sordos y el resultado de la misma dio origen al método.
Este método innovador presentó una alternativa muy eficaz en el ámbito de la investigación de esta temática, pues ofreció el abordaje de la misma desde otra perspectiva teórica que permitió comprender y explicar la naturaleza del fenómeno en cuestión desde un enfoque diferente y que puede ser aplicado con total independencia de los medios que utilicen los niños y jóvenes sordos para comunicarse (lengua oral o lengua de señas)
La Logogenia toma como base teórica la Gramática Generativa, considerando que la capacidad humana para adquirir y desarrollar el lenguaje tiene naturaleza biológica, innata y se adquiere por el simple contacto verbal con una lengua determinada. Es por esa razón que las personas que nacen sordas o que pierden la audición en períodos tempranos de la adquisición de una lengua, no pueden desarrollar su competencia lingüística en forma natural. Y como una lengua natural no es enseñada ni aprendida, sino sólo adquirida, resulta lógico explicar el fracaso de los métodos que intentan enseñar el lenguaje a los sordos.
Se propone, a través de este método, desarrollar una intervención artificial que permita el desarrollo natural del lenguaje. Se utiliza un canal diferente, la vista, para ofrecer la información lingüística necesaria que permita activar el sistema biológico; de modo que el sordo adquiere y desarrolla su competencia lingüística a través de la lectura y la escritura.
Mediante la Logogenia, se intentará explicar el proceso de adquisición y desarrollo del lenguaje en los sordos en relación con el proceso natural que se desarrolla en los oyentes. Esto llevará a la idea de que dicha competencia, que se activa en forma natural en las personas oyentes mediante el intercambio de mensajes por vía auditiva, en las personas sordas no puede ser enseñada, sino activada. En este sentido, La Logogenia parte de los supuestos innatistas de adquisición del lenguaje y se sustenta en postulados que consideran que la facultad innata de adquirir una lengua está intacta en los sordos; al no existir ningún daño cerebral no existen motivos para pensar que un sordo no pueda desarrollarla.

Fuente: Servicio Nacional de Rahabilitación. Boletín Nº41


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Elegimos este cuento de Horacio Quiroga

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.—¡Soy yo, Alicia, soy yo!Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.—¿Qué hay?—murmuró con la voz ronca.—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma